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jueves, 13 de enero de 2011

LA SENSACIÓN DE SER GULLIVER

Ahora están poniendo en el cine la enésima versión de la obra de Jonathan Swift "Los Viajes de Gulliver". Sí, ese tipo que naufraga y aparece en un universo en pequeñito llamado "Lilliput" (También aparece en otro lugar donde el pequeñito es él, y otros viajes más fantásticos si cabe pero eso no es lo que me ocupa aquí).



La sensación de ser Gulliver. Aquí estoy colocando figuras en la Plaza del Obispo. fotografía de prensa Diario Sur.




Cuando eramos niños, creo, a todos nos ha gustado fantasear con algo así, es decir, tener una ciudad en miniatura donde podamos hacer y deshacer a nuestro antojo ordenándoles a sus habitantes que hagan esto o aquello o pasear por sus pequeñas calles saltando por encima de los edificios y, a veces, por qué no, destruir alguna casa de un puntapié, o curiosear a través de las ventanas para ver que vemos. Sin embargo pocas son las personas que han podido realmente experimentar la sensación de ser Gulliver realmente. Quizás los actores de las versiones cinematográficas más antiguas de la obra de Swift tuvieran que meterse dentro de una ciudad en miniatura. En la actualidad las múltiples aplicaciones informáticas pueden hacer creer al espectador cualquier cosa aunque en realidad no exista.

Yo me encuentro entre esos privilegiados que han tenido la sensación de ser Gulliver. Prácticamente desde que llegué al Equipo de Maquetistas de Eloy fui el encargado, (aunque el resto de compañeros también lo hacían en algunas ocasiones) de subirme a la Ciudad en Miniatura pues debido a mi bajo peso de entonces podía "deambular" por las calles sin que estas cedieran cuando pasaba, además había algunas calles por las que había que pasar con sumo cuidado para no tropezar o engancharse con los balcones, antenas, etc, de las casas. Luego también me encargaba de colocar la figuras en su lugar correspondiente. Esta era la labor más delicada pues uno debía ir colocando las figuras desde el fondo hacia adelante, lo cual hacía que tuviese que caminar hacia atrás con el riesgo de no ver si podía tropezar con alguna casa u otro elemento o caerme por el borde; además debía estar de rodillas y desplazarme muy despacio pues cualquier vibración más fuerte de la cuenta haría que las figuras se cayesen y no siempre se caía una sola, pues se producía el efecto dominó y una sola figura en su caída podía arrastrar a más de las que uno pueda imaginarse. De manera que tuve que familiarizarme muy bien con todo aquel entorno de la Ciudad en Miniatura, para saber cuando tenía que detenerme, avanzar o esquivar algo.



La sensación de ser Gulliver. A la izquierda, Pedro Millán pone las luces a un edificio. Sobre la maqueta Antonio Henares fija un edificio a la base. (observese la posición de este pues era la única para poder trabajar sobre la maqueta). fotografía de prensa Diario Sur.




La verdad es que esa sensación es inolvidable, te sientes un auténtico gigante moviéndote por zonas por las que has caminado en la ciudad de verdad infinidad de veces, lo cual te hace apreciar, todavía más ,detalles que normalmente pueden pasar desapercibidos. Un ejemplo: En la Plaza de la Merced, a las dificultades que ya he explicado de moverte por el interior de la maqueta, había que añadir un problema adicional, pues no se podía pisar en cualquier lado, debido a que las alcantarillas de la calle estaban reproducidas exactamente y en el lugar exacto que ocupan las de verdad, de manera que para colocar las macetas en los balcones de las casas, las palomas sobre los cables del alumbrado eléctrico y las figuras me las tuve que ingeniar haciendo a veces posturas de auténtico contorsionista (eran otros tiempos, ahora me resultaría bastante difícil conseguir esas posturas, los años no perdonan) para no dañar ninguna de las tapas de alcantarilla.


Otra anécdota al respecto aparece en un vídeo rodado por Herbert Cornalausse (Perdón si no lo escribo bien, pero el apellido es un tanto complicado). En este vídeo, digamos institucional, en el que se mostraban los trabajos que hasta la fecha llevábamos hechos, además de poderse ver al Equipo en "acción". Hay una escena en la cual la cámara hace un recorrido desde la base hasta el remate final de la torre de la Catedral, la imagen se detiene en la parte superior viéndose la cúpula de la torre y, de repente, aparece un objeto extraño por la derecha que se posa sobre este punto. Inmediatamente el plano se abre mostrándome a mí junto a la torre y el objeto extraño no es mas que una brocha que estoy empuñando y con la que se hacía la limpieza del polvo de la mayoría de los tejados, fachadas y calles de la Maqueta (otras partes se limpiaban con una aspiradora). No poseo ninguna copia de este vídeo, además, si la tuviera habría que pasarlo a uno de los formatos actuales para poderlo ver y ofrecéroslo a vosotros.


Este vídeo se puso a la venta por parte de Eloy Óptico en el año 1994, así que es posible que alguno de vosotros lo tengáis por ahí o lo recordéis pues estuvo siendo visionado en pantalla gigante por el público en la Exposición de Sevilla de 1994 y se emitió en alguna ocasión en PTV Málaga. (La razón por la que no tengo ese vídeo es porque nunca me ha gustado verme y mucho menos escucharme en vídeo o cualquier otra gabación sea de imágen o sonora, así que el vídeo en cuestión nunca lo he visto completo. Tampoco he visto las grabaciones que me han hecho en ediciones anteriores de Feria Cofrade para PTV o Torremolinos Televisión).

Otra cosa, ya he dicho más arriba eso de darle un puntapié a una casa. Eso no se me ocurrió nunca, ni siquiera con la imaginación. Sería de tontos hacer algo así. Además, el cariño que les tengo a esas Maquetas no es de ahora sino era de antes incluso de empezar a trabajar con ellas.


Es posible que esta afición por las Miniaturas se la deba en gran parte al libro de Jonathan Swift que leí cuando tenía 8 ó 9 años y a que cuando era aun más pequeño siempre me gustó jugar con miniaturas pues recuerdo que tuve una ciudad del oeste en una escala bastante pequeña, seguramente 1:72 ó H0 con figuritas en cuyo reverso de la peana podía leerse "mini-oeste". También en alguna ocasión me fabriqué casas y edificios con cajas de cartón o de recortables y me hacía las figuras con plastilina. Es decir, que más que afición podía llamarse "adicción" a las Miniaturas.

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