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martes, 25 de noviembre de 2008

LOS FUEGOS ARTIFICIALES

Como lo prometido es deuda, ahí va la anecdota sobre los fuegos artificiales que prometí en la entrada anterior.

Estábamos en pleno acto de inauguración. Imaginaos: Autoridades, discursos y todos los del equipo atentos a todo (luces, mecanismos, efectos especiales, etc.)

Terminan los discursos y Eloy sube con todas las autoridades y los invitados a la sala de exposiciones a mostrar las inovaciones de las Miniaturas: La proyección en una pantalla gigante de los fuegos artificiales de la Feria, stuada por encima de la maqueta del Hospital Noble, y un láser que proyectaba diferentes figuras en movimiento en la recreación del Monte y Castillo de Gribralfaro. Todo iba perfecto hasta que Eloy notó que no había olor a pólvora. Nos buscó nervioso a Antonio y a mi y nos preguntó si se había encendido la mecha cuando se había convenido. (Se había acordado que cuando se acabase el acto de presentación en la parte de la entrada, yo estaría situado en la escalera y avisaría a Antonio, él pasaría por el portón situado bajo la maqueta y con ayuda de una linterna, pues la parte inferior estaba a oscuras, prendería la mecha. De este modo cuando todos subieran, se encendería la pantalla con la proyección y llegaría hasta los presentes el olor a pólvora). Nuestra respuesta fue afirmativa, no obstante y, contagiados del mismo nerviosismo de Eloy, corrimos hasta el portón y entramos. Antonio iba delante de mi, yo llevaba la linterna, pero esta no se encendía. Como pudimos entramos tropezando con las patas de las mesas de apoyo, enredándonos en algunos cables (el cableado de la iluminación quedaba debajo de las maquetas). A tientas Antonio localizó la bandeja de grill donde estaba situada la mecha y la sacó de su sitio para mirala a ver que había pasado, yo seguía peleándome con la maldita linterna que se negaba a alumbrar. En menos de una décima de sgundo (se tarda más en contarlo que como sucedió), Él se dió cuenta que el fuego de la mecha llegaba a una de las "galletas" de pólvora, soltó una interjección al tiempo que levantaba las manos con la bandeja pegándola a la rejilla por donde debía salir el humo y el olor de la pólvora, y a mi me gritó:

-¡Cuerpo a tierra!

Como pude, estába en cuclillas, metí la cabeza entre las piernas en el momento que se poducía el fogonazo y el humo, que además de salir por la rejilla inundó el habitáculo donde estábamos.

Después, silencio, la respiración contenida y de inmediato alargué la mano para tocar la espalda de mi compañero al que pregunté:

-¿Estas bien?- pensé que se había quemado la cara o las manos.

Tras unos segundos tensos, Antonio exclamó:

-¡Tío, esto ha estado a punto de achicharrarme!

-¿Pero estas bien?

-Si

De repente la maldita linterna que había permanecido todo el tiempo apagada, se encendió sin venir a que. Antonio y yo nos miramos, la linterna seguía en mi mano y enseguida la arrojé al suelo diciendo:

-¡Ahora te enciendes, trasto de las narices!

El artefacto, lejos de apagarse al impactar contra el suelo, rodó un momento iluminándolo todo. Los dos estallamos en carcajadas. Nos reímos tanto que nos resulto hasta dificil poder salir de allí abajo.

Cuando Eloy nos preguntó por lo sucedido, Antonio le dijo:

-Nada, que la mecha iba con retraso. Y los dos nos volvimos a reir.

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